Miró
el cielo con desdén, en realidad no el cielo, sino esa esfera amarilla que
flotaba casi exactamente encima de él e iluminaba toda la playa con su soberbia
luz dorada, las nubes habían desaparecido
por la mañana y ahora febo reinaba en soledad sin ningún tipo de oposición.
“Maldito sol " pensó.
Se le
hacía imposible no sentir el toque cálido de los rayos del astro, su odio
crecía a medida que el día se volvía más y más brillante, era casi una burla
hacia él, como si ese presuntuoso ser supiera
como se sentía en ese momento e insistiera en arder con todas sus
fuerzas sin importarle nada. ¿Es que no entendía lo que él necesitaba? ¿No se
daba cuenta de que quería sufrir? ¿Sentirse un desgraciado? Lo único que
deseaba era llorar desconsoladamente, que sus lágrimas rodaran por sus mejillas
mientras se preguntaba porque le pasaba todo lo que le pasaba, en lo posible
con una música bien cursi de fondo, esas que convierten cualquier situación estúpida
en un momento lacrimógeno. Pero nada ocurría como esperaba.
El
sol no era su único problema, porque la briza marina también se revelaba, en
una mañana en la que el viento podría
ser un huracán y colaborar con su estado de animo solo corría suavemente y sumado
al calor del sol creaban un ambiente de bienestar que él detestaba con todas
sus fuerzas, se odiaba por olvidar por momentos su dolor y dejarse llevar por el
contexto que lo rodeaba. El día era una publicidad veraniega de cerveza: sol, playa,
chicas en bikini....entonces llegaron los niños.
Eran
diez chicos de nueve o diez años que aparecieron corriendo por la arena con
pelota en mano, las ojotas volaron por los aires al igual que las remeras y el balón
salió despedido hacia adelante con todos corriendo tras el entre gritos y carcajadas,
detrás de ellos llego una mujer mayor con un libro en la mano que se sentó
tranquilamente en una manta, se puso unos anteojos con bastante aumento y, tras advertirle a los
chicos que no se alejaran mucho inicio su lectura.
Los
niños corrían, gritaban, se hacían bromas, se peleaban, se amigaban, discutían... eran un carnaval de emociones que no podía no hacer reír al que los
observara...y fue la gota que colmó el vaso. Se levanto indignado, frustrado,
lleno de rabia contra ese maldito día de playa que conspiraba contra su sufrimiento; recogió sus cosas y decidió irse, enfurecido con esa hermosa mañana
que no lo dejaba ser infeliz.
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