domingo, 14 de febrero de 2016

Estúpida mañana!

  

 Miró el cielo con desdén, en realidad no el cielo, sino esa esfera amarilla que flotaba casi exactamente encima de él e iluminaba toda la playa con su soberbia luz dorada, las nubes habían desaparecido  por la mañana y ahora febo reinaba en soledad sin ningún tipo de oposición.
“Maldito sol " pensó.
   Se le hacía imposible no sentir el toque cálido de los rayos del astro, su odio crecía a medida que el día se volvía más y más brillante, era casi una burla hacia él, como si ese presuntuoso ser supiera  como se sentía en ese momento e insistiera en arder con todas sus fuerzas sin importarle nada. ¿Es que no entendía lo que él necesitaba? ¿No se daba cuenta de que quería sufrir? ¿Sentirse un desgraciado? Lo único que deseaba era llorar desconsoladamente, que sus lágrimas rodaran por sus mejillas mientras se preguntaba porque le pasaba todo lo que le pasaba, en lo posible con una música bien cursi de fondo, esas que convierten cualquier situación estúpida en un momento lacrimógeno. Pero nada ocurría como esperaba.
   El sol no era su único problema, porque la briza marina también se revelaba, en una mañana  en la que el viento podría ser un huracán y colaborar con su estado de animo solo corría suavemente y sumado al calor del sol creaban un ambiente de bienestar que él detestaba con todas sus fuerzas, se odiaba por olvidar por momentos su dolor y dejarse llevar por el contexto que lo rodeaba. El día era una publicidad veraniega de cerveza: sol, playa, chicas en bikini....entonces llegaron los niños.
 Eran diez chicos de nueve o diez años que aparecieron corriendo por la arena con pelota en mano, las ojotas volaron por los aires al igual que las remeras y el balón salió despedido hacia adelante con todos corriendo tras el entre gritos y carcajadas, detrás de ellos llego una mujer mayor con un libro en la mano que se sentó tranquilamente en una manta, se puso unos anteojos  con bastante aumento y, tras advertirle a los chicos que no se alejaran mucho inicio su lectura.
   Los niños corrían, gritaban, se hacían bromas, se peleaban, se amigaban, discutían... eran un carnaval de emociones que no podía no hacer reír al que los observara...y fue la gota que colmó el vaso. Se levanto indignado, frustrado, lleno de rabia contra ese maldito día de playa que conspiraba contra su sufrimiento; recogió sus cosas y decidió irse, enfurecido con esa hermosa mañana que no lo dejaba ser infeliz.



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